D E S P E D I D
A:
Nunca me imaginé
que 50 años después de que saliera a la luz pública la primera columna
periodística de este emborronador de cuartillas, que por cierto titulé Mi
columna en el vespertino Avante que se editaba en esta ciudad
capital, llegaría el momento de decir adiós a esta actividad cotidiana de
comunicación, mediante la que busqué, por encima de todo, defender lo que yo
considero es mi verdad y, sobre todo, mantenerla ajena a ideologías políticas o
a componendas económicas con actores políticos.
Lo había pensado
durante varios días y dudaba en tener que escribir la última columna de este tipo,
pero decidí hacerlo al aprovechar la circunstancia de que este día 7 de
diciembre mi madre estaría cumpliendo un año más de vida y como un póstumo homenaje
al ser que me dio la vida y quien fue un ejemplo de tenacidad, solidaridad,
bonhomía, comprensión, afecto y, sobre todo, de amor hacia nuestra familia.
Me hice a la idea
de no extenderme
Tampoco, vislumbré
alguna vez, que llegaría el momento en que quienes ejercemos el periodismo,
tendríamos tanta competencia, pues hoy con las redes sociales hay millones de
colegas que escriben y toman fotos en todo momento y, por si fuera poco, otra
competencia que es tremenda y contra la que tenemos muy pocas posibilidades de
superar: la inteligencia artificial. Son otros tiempos y uno tiene que
adaptarse, o como dicen los clérigos, “renovarse o morir”. Lo bueno es que yo
ya estoy de otro lado de la orilla.
Eso, por un lado,
por el otro, obligan a tomar esta decisión, los achaques propios de la edad pues ya ando en el umbral
de las 7 décadas de vida y esta le empieza a uno a cobrar la factura.
Precisamente para evitar las preocupaciones, los corajes y el estrés, que
enferman, decidí hacer caso a uno de los consejos del decálogo para que los
adultos mayores vivan felices y que publiqué en este espacio hace unos días, de
que, para evitar esas emociones, es preferible no leer, ver ni escuchar
noticias y eso estoy haciendo, gradualmente. ¡Y miren quién lo dice!
En cuanto a la
última columna, imagínense ustedes lo
que significaría el espacio necesario para abordar la narrativa de la
trayectoria de este humilde servidor durante 50 años en el periodismo, tiempo en
el que no ha sido nada fácil mantener la independencia de criterio y, al mismo
tiempo, alejado de las tentaciones monetarias que en el mundo de la política
son muy comunes en la relación de quienes la practican con quienes ejercemos
este oficio que alguna vez fue considerado oficio de perros y que ahora
ya es una profesión.
No hay un solo
político o mujer relacionada con la política que pueda señalarme con el dedo flamígero
de que intenté alguna vez sobornarla, amenazarla o exigirle una remuneración
económica a cambio de mi silencio. Es cierto, muchos políticos y algunas mujeres políticas
que he conocido ya han pasado a mejor vida y no podrían dar testimonio a favor
o en contra de lo que afirmo, pero tampoco, los de las nuevas generaciones de la política podrán
señalarme como un periodista ambicioso y afecto al dinero sucio y siempre que
establecí algún convenio de publicidad con las áreas de prensa de los tres
niveles de Gobierno, lo hice con el subrayado de que se pagaba espacio, más no
criterio, lo que llegó a provocarme serios problemas en más de una ocasión con los
gobernantes, estatal y municipales, en turno, pero siempre logré salir incólume
de esos desafíos.
También, ejercí en
diferentes periodos de mi existencia, funciones como servidor público en el
ámbito estatal y municipal, en tareas relacionadas con mi oficio y jamás cometí
algún ilícito ni con los bienes ni con el dinero que estuvo bajo mi custodia.
Siempre practiqué la rendición de cuentas de manera oportuna cuando era
necesario y cumplí, cabalmente, con mi responsabilidad oficial, siempre con
lealtad al cargo público. No hay un solo centavo mal habido en mi patrimonio familiar que proviniera de una acción indebida, punible.
Bien, les pido me disculpen porque dije que no era mi intención extenderme demasiado esta ocasión y me doy cuenta de que ya rompí ese compromiso, pero es que, insisto, hay mucho de qué hablar y, tal vez, tenga la oportunidad de hacerlo en algún libro o una serie de episodios en redes sociales en un futuro no lejano. Por lo pronto, les digo adiós, pero continuaré vigente como un obrero del periodismo, hasta que las fuerzas me lo permitan.
Fraternalmente…