La neta, utilizo el término coloquial para estar a tono con la época, no me considero un aficionado de hueso colorado al boxeo.
Es más, ni siquiera de hueso descolorido.
Aunque luego dicen que más vale ser colorado que descolorido.
Pero en esto del boxeo no soy de los que cada fin de semana se desvelan viendo en la TV las peleas de box, ya sea en vivo o diferidas o bien del recuerdo.
Pienso en que por mi vocación de pacifista no me atrae tanto el ver a dos seres humanos debatiéndose en medio de un ring para demostrar quién es el mejor.
El tema viene a colación porque, precisamente el viernes pasado estuvimos viendo la pelea de Jorge El Travieso Arce contra un boxeador chilango que casi es homónimo de quien fuera un famoso futbolista de las Aguilas del América, Cecilio(de los) Santos.
Recuerdo vagamente cuando de niño escuchaba a través de la radio la transmisión de las peleas internacionales en las que boxeadores mexicanos de la época se enfrentaban a verdaderos gladiadores de otros países.
Es más creo que tenían mejor sabor imaginarlas que ver las peleas, como sucede hoy en vivo, en directo y a todo color.
Oyendo la radio, se mantenía uno al filo de la butaca, imaginándose todo: vestimenta de los rivales, tipo de guantes, escenario, rostros, reacciones de la afición, etcétera.
De alguna manera empecé a identificar al mítico José Becerra de quien luego sabría que había golpeado con tal fuerza a su rival que lo envió al cementerio.
El ídolo de ídolos, Raúl El Ratón Macías y su célebre frase de “todo se lo debo a mi manager” y quien falleció el año pasado.
Me emocionó, debo decirlo, escuchar algunas de las peleas de Vicente El Zurdo Zaldívar.
Y de Efrén El Alacrán Torres, quien por cierto falleció el pasado 26 de febrero de este año. Cómo olvidar aquel 23 de febrero de 1969 cuando en el extinto Toreo de Cuatro Caminos derrotó al aguerrido tailandés Tcharchai Tchionoi, coronándose campeón mundial de peso mosca.
O las peleas de José Mantequilla Nápoles aquel cubano nacionalizado mexicano, que después me dio algo de tristeza mirarlo como integrante de un grupo de música que recorría el país explotando lo que quedaba de la fama del boxeador antillano.
Las peleas de aquel peso completo al que se conocía con el mote de El Pulgarcito Ramos.
Después vendría la época del gran Púas, Rubén Olivares, quizás el último de los guerreros mexicanos del boxeo que se convirtieron en grandes ídolos de la afición al llamado deporte de las orejas de coliflor.
El que no llegó a ídolo porque la muerto nos lo arrebató en un accidente automovilístico, fue Salvador Sal Sánchez.
Y desde luego, es gladiador de mil batallas, Julio César Chávez.
Pero supe también de las tristes historias de aquellos que tuvieron fama y dinero y quedaron en la ruina como El Pajarito Moreno un gran deportista que dilapidó su fortuna en el alcohol, las mujeres y los artículos suntuarios hasta morir en la miseria y como una pobre desconocido.
Del aguerrido José El Huitlacoche Medel que no logró brillar tanto en el ámbito internacional, pero que también logró meterse en el tuétano de los aficionados mexicanos. O de Rodolfo El Chango Casanova.
Y también de los que ganaron medallas en el boxeo en los las Olimpiadas: Ricardo Delgado y Antonio Roldán en México 68 y Alfonso Zamora en Munich 82.
Recordé también, los nombres de los grandes entrenadores, Luis Morales, Arturo El Cuyo Hernández(fue declarado el mejor mánager del mundo en 1977), Angel Casillas, Francisco Pancho Rosales o de los tiempos más recientes, Cristóbal El Pelón Rosas e Ignacio Nacho Beristáin.
En fin, no alanzaría el espacio para hablar de tantos y tantos boxeadores famosos pero, insisto, no soy fanático del box…
La lectura es vida, lo demás...es lo de menos...hzr@prodigy.net.mx
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