En 1995, atendiendo una invitación de mi cuñado Miguel, asistí a la convención del Partido Acción Nacional en la que se eligió al candidato de ese partido a la presidencia municipal de Tijuana.
Me encontraba en viaje de negocios en aquella fronteriza ciudad en la que se registraba una efervescencia política por las candidaturas a cargos de elección popular que se definirían en septiembre de ese año.
Allí fui testigo de cómo José Guadalupe Osuna Millán, un tránsfuga del Partido Revolucionario Institucional se imponía, en la lucha por la candidatura a la presidencia municipal de Tijuana, a dos panistas de amplia trayectoria.
Mi cuñado apoyaba a un diputado local de apellido Reynoso Nuño con quien lo ligaba una amistad desde que Miguel se cobijó en las siglas del PAN a principios de la década de los 90´s.
El otro candidato era Jesús González, un panista muy querido en las colonias de Tijuana donde había hecho trabajo ese partido desde que Ernesto Ruffo ganó la primera gubernatura de oposición en este país.
Por cierto, el día que destaparon en el PRI de Tijuana a Margarita Ortega como candidata a la gubernatura también me encontraba en esa ciudad fronteriza y mi cuñado me sugirió que habláramos con Ernesto Ruffo a la sazón alcalde de Ensenada y quien ya se perfilaba como el seguro candidato del PAN a gobernador de BC, pero yo tenía compromisos acá en La Paz y no se dio ese encuentro. La idea era manejar la prensa en la campaña.
Cuando Ernesto Ruffo ganó las elecciones, se vino a descansar unos días a esta población porteña y cuando me pasó el tip un agente de la Interpol Chichimeca sin decirme dónde se encontraba, saqué la conclusión de que el que sabía el dato era mi tocayo Humberto Ramírez el de la Librería Ramírez y fui a pedirle que me conectara con el gobernador electo pero se hizo pato y dijo que no sabía nada. Después, cuando Ruffo regresó a BC supe que había estado hospedado en la casa de mi tocayo en el fraccionamiento Perla.
Todo esto viene a colación porque el argumento que entonces esgrimió el hoy gobernador de Baja California para abandonar al PRI y pasarse a las filas del PAN fue el de que en el tricolor no le permitieron que jugara a la democracia y participara como precandidato a la alcaldía de Tijuana.
Es cierto que en el PAN, Osuna Millán tuvo que vencer a otros competidores en la lucha por la candidatura panista.
Pero parece que eran otros tiempos porque ahora el PAN se olvidó de esa práctica de la democracia y se ha dedicado a nominar a candidatos de otros partidos, desplazando a militantes panistas de muchos años.
Miguel Angel Yunes Linares, en Veracruz es candidato a gobernador y fue, durante 35 años, un destacado priista; Gabino Cue Martínez, candidato del PAN a gobernador de Oaxaca, fue militante del PRI hasta 2001 cuando se refugió en las filas de Convergencia; Rafael Moreno Valle, nieto del ex gobernador de Puebla del mismo nombre, fue un destacado priista hasta el 2006 y ahora es el abanderado del blanquiazul a la gubernatura poblana; José Rosas Aispuro Torres, fue hasta mediados de este año un distinguido militante del PRI y Mario López Valdez, renunció al priismo hace apenas unos días para convertirse en candidato del PAN a la gubernatura de Sinaloa.
El principal argumento de estos cinco ex priistas fue el de la falta de democracia al interior de su partido, pero si revisamos la forma en que ellos han sido nominados candidatos a gobernadores, no podrán presumir que se trató, precisamente, de procesos democráticos.
¿Se trata entonces de ambiciones personales o de ganas de servirles a sus conciudadanos?
De seguro estos cinco candidatos a gobernadores han de coincidir en aquello de que “el fin justifica los medios”.
¡Perooooooooo!
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos..hzr@prodigy.net.mx
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