A finales de 1968, unas semanas después de los sucesos de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, DF, me extrañó que mi padre no trajera rifles de la ciudad de México para la venta en la tienda de nuestra propiedad allá en el pueblito de madera que hiciera famoso mi amigo Juan Antonio de la Riva en sus primeras películas.
Lo que había sucedido es que la Secretaría de la Defensa Nacional suspendió los permisos y licencias para la venta de armas en todas las armerías del país.
Luego de los cruentos sucesos del 2 de octubre, no era para menos.
Los rifles, calibre 22, se utilizaban para la cacería menor y era más raro que alguien comprara una pistola. Se vendían más las municiones: 25, 32.20, 38, 9mm, 44.40 y 45.
A partir de entonces, únicamente podríamos vender rifles de balillas y pistolas de salva.
La SEDENA abriría tiempo después el registro de armas.
Yo quise llevar a registrar un rifle a la capital pero en la pista aérea, agentes de la policía judicial, me lo decomisaron.
Hace poco me platicó un ex soldado que en aquel año, es decir en 1968, decomisaron un camión cargado de armamento, en un retén ubicado en las afueras de Torreón Coahuila, pero de ese episodio nunca se dijo nada.
Según, dice este soldado retirado, los conductores del camión confesaron, que las armas estaban destinadas a apoyar al movimiento estudiantil.
Todo esto viene a cuento porque leo un artículo de un periódico de circulación nacional en el que se habla del contrabando de armas que se practica, a la vista de todos, en Tepito, allá en la capital de la república.
Según el reportaje, se rentan o se venden armas para asaltar o para matar.
Y todos tan tranquilos.
Incluso el reportero narra que elementos de la policía del Distrito Federal se hacen de la vista gorda ante ese tráfico cotidiano de armamento.
El problema del tráfico de armas en México tiene dimensiones colosales.
Los Cárteles de la droga están armados hasta los dientes.
En todos esos enfrentamientos que se han dado entre elementos del crimen organizado y las fuerzas militares o de las fuerzas policíacas de los tres niveles de gobierno, ha quedado demostrado que ellos tienen mejor armamento que esas corporaciones.
Detener el flujo de armas de alto poder hacia nuestro país no será tarea fácil.
No, teniendo al vecino país del norte como el principal proveedor.
Las autoridades mexicanas han insistido en que el contrabando de armas se da mediante el llamado contrabando hormiga, pero la realidad es que, ante las cifras que dicen manejar los vendedores o rentadores de armas en Tepito, eso no es cierto.
Y lo más reprobable es que personal de la propia Secretaría de la Defensa Nacional revende muchas de las armas que los elementos del Ejército decomisan.
En México, según la Constitución General de la República, los ciudadanos y ciudadanas de este país tenemos derecho a poseer una arma de las que no están consideradas como de uso exclusivo del Ejército, para nuestra defensa personal siempre y cuando estén debidamente registradas.
El problema es que no se tiene un inventario real de las mismas.
Y las armas que llegan de contrabando son muchas.
Según cifras conservadoras citadas por organismos no gubernamentales en el país debe haber al menos unos 15 millones de armas, la mayoría de ellas de alto poder.
¡Dios nos agarre confesados!
La lectura es vida, lo demás...es lo de menos...hzr@prodigy.net.mx
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