El reconocido cronista de El Universal, Fidel Samaniego no murió víctima del crimen organizado sino de un paro cardiaco que le sobrevino mientras vacacionaba en Veracruz la semana pasada.
El hecho es que la prensa escrita perdió a uno de sus mejores reporteros y mejor cronista aún.
Hace un año aproximadamente allá en la Cámara de Diputados cuando me encontraba en el llamado corral de la ignominia, es decir el sitio destinado a los reporteros, camarógrafos y fotógrafos que cubren las actividades de la cámara baja del Congreso de la Unión, lo vi venir y lo abordé.
“Fidel, es obvio que no me recuerdes pero nos conocimos en La Paz, Baja California Sur en la campaña presidencial de Carlos Salinas. Tú eras el enviado especial de El Universal y el entonces candidato del PRI a la presidencia de la república te otorgaba un trato muy especial y yo el responsable de toda la logística de prensa en la entidad”, le dije dándole mi tarjeta de presentación como jefe de información de El Sudcaliforniano.
Me preguntó que cómo estaba La Paz y que algún día regresaría, pero en plan de vacaciones y que le daba mucho gusto saludarme.
Ya no fue posible porque la semana pasada decidió ir de paseo a Veracruz porque allí había estado hacía 50 años, cuando apenas era un niño y quería recordar los lugares que entonces, acompañando a sus padres, visito en esa región del país.
Fidel para mí, a pesar de tener casi la misma edad, era uno de mis admirados cronistas mexicanos que escribían para diarios de circulación nacional.
Otro de ellos, el extraordinario Miguel Reyes Razo a quien, curiosamente también conocí en la campaña de Salinas pues me lo presentó a él y a Miguel López Azuara –el de los Migueles del Excélsior de la época de Julio Scherer- Pedro Pablo Treviño quien era del equipo de avanzada del coordinador general de prensa en la campaña, el ex gobernador de Aguascalientes, Otto Granados Roldán.
Este Pedro Pablo, como ya lo he mencionado en otra ocasión, desayunó con don Carlos Loret de Mola, abuelo de Carlos Loret el del Canal 2, el día en que se desbarrancó en su viejo Mercedes Benz allá en el estado de Guerrero y luego de haber pasado un retén militar, lo que despertó la sospecha de que había sido víctima de un atentado.
Quise recordar a Fidel Samaniego porque al ocurrir su muerte el país estaba envuelto en la polémica desatada luego del levantamiento o secuestro de cuatro periodistas de medios electrónicos allá en la región lagunera, es decir en los límites de Durango y Coahuila.
Integrantes del crimen organizado los levantaron y los mantuvieron secuestrados varios días ante la incertidumbre de sus familiares y del gremio periodístico de toda la nación, creyendo que ya no regresarían con vida como ha sucedió con otros colegas.
Afortunadamente, la policía federal, según trascendió, logró liberarlos y ponerlos a salvo.
A raíz de ello se iniciaron una serie de protestas exigiendo a las autoridades de los tres niveles de gobierno, más protección para quienes ejercemos este amargo oficio que tiene alegrías y sinsabores, más que ningún otro.
Desempeñar el oficio periodísticos se ha convertido en un verdadero riesgo en algunas regiones del país, a grado tal que organismos como la ONU y la OEA, lo consideran un de los oficios más riesgosos del mundo.
Aquí en La Paz, hace algunos años hubo un crimen ligado a un colega, Agustín Reyes Agustín, sin que se supiera bien a bien quién o quiénes lo asesinaron.
Descanse, ya no en La Paz como lo había deseado sino en paz, el narigón cronista Fidel Samaniego.
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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