“…-Preguntadle a César Augusto dónde está ahora su poder y cuánto le duró –continuó el anciano capuchino-. Y no os olvidéis de preguntarle también por su imperio. levantad de sus tumbas a los faraones e intentad descubrir en sus momias resecas algún resto del poder que detentaron. Que os hablen de sus influencias, de la desgracia que suponía estar en su contra. Traed al rey David preguntadle al polvo de sus huesos dónde está su poder ahora y si ahora es capaz de conspirar por la esposa de su general. Exhumad a los fariseos de sus tumbas, traedlos y preguntar a los que confabularon contra Cristo si ahora no tendrían que reconocer que el poder no se encontraba en las armas, sino en la Palabra”.
Lo anterior es parte de un diálogo que sostienen dos personajes clave en el desarrollo de la historia de la novela El Inquisidor de Patricio Sturlese que en estos días estoy leyendo, cuando tengo una chancita.
El valor de la Palabra, así con mayúscula.
Aquí en este mismo espacio ya había escrito alguna vez un tema relacionado con el valor de la Palabra, algo a lo que hizo referencia el laureado premio Nobel de Literatura el colombiano-mexicano Gabriel García Márquez.
Me hace recordar además, el libro La Palabra del escritor norteamericano Irwin Wallace que leí hace ya algunos años.
¿Es más poderosa la Palabra que las armas?
Yo creo que sí.
Porque las armas se han ido destruyendo a lo largo del tiempo y si bien es cierto cada vez son más modernas y sofisticadas, estas pueden desaparecer de la faz de la tierra, pero la Palabra se mantiene.
Salvo que no quede un solo ser vivo en este mundo, se estaría destruyendo la Palabra.
Han sido las palabras precisamente las que han cambiado al planeta.
Fue la Palabra de Martin Luther King en su famoso discurso de Tengo un sueño, la que cambió la historia de los negros en Estados Unidos de América a grado tal que hoy son gobernados por el hijo de uno de los descendientes de esa raza oprimida, el mulato Barack Hussein Obama.
Yo no escuché en vivo aquel célebre discurso, pero ahora con la tecnología cibernética he tenido la oportunidad de escucharlo y, seguramente como los cientos de miles que estuvieron presentes allá en Washington ese memorable día, también me he estremecido con sus palabras.
Ha sido mediante la palabra como la Iglesia se ha mantenido a lo largo de los siglos, con su doctrina.
Como bien dice el texto al inicio del tema, Cristo murió en la cruz, más no murieron sus palabras.
Esas han perdurado más de dos mil años.
Cuando alguien me pregunta qué es lo que tengo de valor, yo le respondo que mi palabra.
Y cuantas veces la he empeñado, ha sido rescatada.
Y usted, como dice el comercial, ¿tiene la palabra o le vale?
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario