Hay noticias que entristecen.
Como esa del pequeñito que fue atropellado por un camión del servicio urbano en esta ciudad capital la semana pasada.
Fue todo un drama.
Según se sabe la madre del infortunado menor, ya no podía tener más familia y él era hijo único. Una verdadera tragedia.
¿No le dan ganas de llorar?
Cuando uno ve estas cosas, se pregunta por qué ocurren.
Pero no hay respuesta.
Puede ser tal vez el destino de cada ser humano.
Y por lo que se ve, el malogrado pequeñito estaba predestinado a morir ese día.
Así sucede a veces, lo que motiva a que la gente diga que ya le tocaba.
Ya he narrado en este espacio el caso del joven comerciante aquel que se interesó en comprar una motocicleta a un vendedor ubicado por la calle 16 de septiembre en esta ciudad capital en pleno centro.
El comprador no tenía el dinero suficiente para pagarla en una sola exhibición por lo que le dijo al vendedor que le dejaba determinada cantidad de dinero para amarrar el trato y que no fuera a venderla porque el completaría la cantidad pactada.
El día que llevó la totalidad del dinero para comprar la moto, ese mismo día por la tarde salió a dar la vuelta por el malecón costero y en un pequeño descuido se estrelló contra una palmera quedando muerto en el acto.
¡Ya le tocaba! Y también suele ocurrir lo contrario.
Como el caso de un pariente de mi amigo Luis Díaz Infante que trabaja aquí en el Sudcaliforniano y que dice que el día del gran terremoto de 1985, un primo suyo se fue a trabajar a temprana hora al Hospital Juárez de la capital del país.
Es un profesionista de la medicina.
Cuando llegó al nosocomio, se dio cuenta de que no llevaba las llaves de su locker, su consultorio, etcétera por lo que decidió regresar a su casa por ellas.
Cuando apenas iba saliendo en su vehículo vio como el edificio se vino abajo.
¡No le tocaba!
Como no les tocaba a los 33 mineros que hace unos días fueron rescatados sanos y salvos de la Mina San José allá en Copiapó, Chile.
Volviendo al caso del niño atropellado por el camión urbano, valdría la pena recordar que en un descuido de su madre el niño salió corriendo hacia la calle y no le dio oportunidad al chofer del vehículo de frenar y evitar atropellarlo.
Los vecinos se indignaron y por poco y linchan al chofer, pero la realidad es que no fue directamente su culpa.
Además, el pobre hombre ahora tendrá que llevar como cargo de conciencia esta muerte trágica.
Este trágico episodio debe servirnos de ejemplo para tener más cuidado con los menores de edad, sobre todos los que no llegan a los 2 años de vida.
Porque dicen que es doloroso perder un padre, una madre, un hermano o algún otro pariente cercano, pero que es más doloroso perder un hijo…
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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