Como esta es la última columna de Temas y sucesos que escribo este año, decidí reproducir una de las que ya había publicado y que fuera alusiva a estas fiestas decembrinas. Esta me pareció ideal para despedirme de mis amables lectores, deseándoles una feliz navidad y un próspero año nuevo 2011…
“Cuando daba la tercera vuelta caminando, escuché su voz.
Se oía lejana, poco audible porque escuchaba a través de audífonos el noticiero matutino de Radio Fórmula.
Miré hacia todos lados.
No vi a nadie.
Pensé en que tal vez la voz provenía de la misma radio.
Pero entonces la escuché un poco más fuerte.
¡Hey tú! Si tu no te hagas el desentendido, te estoy hablando.
La voz provenía del suelo.
Pensé entonces en algún teporocho tirado por allí o algún vagabundo que suelen quedarse en esa área por donde camino por las mañanas, de lunes a viernes.
Pero no había nadie.
Entonces, reparé en un pequeño osito de peluche.
Cuando fijé mi vista en su figura toda maltratada, llena de mugre, rotas las costuras, con un sólo ojo y su cuerpo parecido al de un perro con sarna, me sobresalté.
Creí estar soñando.
Pero no, era aquel osito de peluche el que me hablaba.
´Te he visto todos estos días caminando. Has pasado tan cerca de mí que casi me atropellas sin verme. Llevo aquí varios días a la interperie. Fui arrojado a la basura, alguien me rescató pero luego me aventó aquí donde estoy, muriendo poco a poco.
¡Qué diferencia cuando estaba en compañía de otros osos y un montón de animales de peluche en una estantería de una tienda de regalos!
Limpiecitos y relucientes. Como recién salidos del taller.
Calientitos y sonrientes.
Cuando aquella niña apuntó con su frágil dedito hacia mi, me sentí emocionado.
Pensé en lo feliz que sería en el hogar de aquella pequeña que no quiso que me envolvieran en papel de regalo ni que me colocaran en alguna bolsa, sino que me tomó con sus suaves y pequeñas manitas acurrucándome en su regazo.
Los primeros días, se dormía conmigo a un lado.
No podía conciliar el sueño si no se acostaba abrazándome.
Con el paso del tiempo, llegaron otros muñecos de peluche, varias muñecas y una diversidad de juguetes. Poco a poco me fue relegando.
Después junto con otros juguetes y muñecos a los que les faltaban partes o piezas o bien estaban muy gastados, nos metieron a una bolsa de plástico y nos arrojaron a un frío clóset.
Luego llegó aquel triste día en que nos fuimos a la basura.
Uno de los vagabundos que aquí suelen quedarse a dormir debajo de las cajas de los camiones, hurgando en los botes de la basura, en busca tal vez de botes de aluminio, me recogió y el rictus de amargura de mi rostro desapareció.
Otro humano me llevaría con él lo que me alegró, pero no por mucho tiempo ya que luego fui arrojado a este lugar donde estoy.
El otro día un pesado camión de esos que traen la fruta y la verdura aquí a este mercado de abastos, me pasó por encima y casi me mata.
Hoy al ver tanta indiferencia humana, pienso que hubiera sido mejor que allí terminara mi existencia. De todas maneras, te deseo que seas feliz junto con los tuyos en estas fechas.”
Dicho esto último, dejó de hablar y yo me retiré pensativo y avergonzado de pertenecer al género ¿humano...?
No hay comentarios:
Publicar un comentario