El miércoles 5 de enero me habló por teléfono vía celular, para agradecerme que le hubiera enviado un mensaje navideño por la misma vía y para decirme que planeaba un desayuno conmigo y con el director de El Sudcaliforniano.
Precisamente me pidió el número de su celular porque lo había extraviado y quería invitarlo y felicitarlo con motivo de las pasadas fiestas decembrinas.
La muerte truncó esa reunión. Sí, esa dama irrespetuosa que no avisa y no dice cuándo vendrá por quienes habitamos esta tierra, para acompañarla en ese viaje, sin retorno, al más allá.
Es el único viaje para el que no se requieren, boletos, rutas, horas, días, etcétera.
Manuel Macklis Fisher falleció un mes y días después de aquella llamada.
Ya no habría más desayunos y comidas, sobre todo estas últimas, aderezadas con un vino tinto, o blanco, según el caso y sobre todo con el buen humor de Manuel y sus extraordinarios conocimientos de un auténtico gourmet.
A Manuel lo conocí a finales de la década de los 80´s cuando fue presidente de la CANACO y la relación se hizo más estrecha a partir de que, siendo suplente, se hizo cargo de la titularidad de la presidencia municipal de La Paz luego de que José Carlos Cota Osuna solicitara licencia para ir en busca de una candidatura a diputado local.
A Manuel le agradecí siempre, el que me hubiera apoyado dándole un empleo temporal a Sigifredo, un hermano, el menor de la familia que se había venido de Durango a esta ciudad capital para conseguir un pasaporte y viajar al vecino país del norte con la intención de quedarse a residir allá.
El entonces alcalde paceño le asignó tareas relacionadas con la investigación política.
Le pidió que hiciera sondeos entre la gente, principalmente de las colonias para ver qué opinaban de la breve gestión de él como alcalde de la capital.
Sigifredo no desconocía esas actividades pues había hecho tareas similares para quien, en los años 80´s fuera presidente municipal de Durango, Rodolfo Elizondo, alias El Negro, quien después sería diputado, federal, senador de la república, candidato a gobernador por el PAN y secretario de Turismo en el gobierno federal, entre otros cargos.
En 1994-1996 hubo una relación más estrecha con Manuel por tareas partidistas y en varias ocasiones disfrutamos de su arte culinario y de su calidad de gourmet para disfrutar comidas o cenas en el que fuera por muchos años su domicilio particular, muy cerca del edificio de la Abastecedora del Constructor.
Recuerdo que en la sala de su casa había un piano –nunca supe si él sabía tocarlo, ni se lo pregunté- y en una ocasión en que uno de los invitados de Manuel era Carlos Valles Ayoub –ya fallecido, también- a la sazón delegado del CEN del PRI en la entidad y quien era un personaje de facciones toscas y de carácter muy enérgico se fue directo al piano y empezó a ejecutar piezas de música clásica con una facilidad y perfección que me dejó atónito y también desconcertados a todos los presentes pues no parecía que aquel hombretón de manos toscas pudiera aporrear aquel instrumento y llevara tanta inspiración y sensibilidad por dentro.
A modo de explicación, Carlos, quien era de origen sonorense, diría que su madre le había inculcado el buen gusto por la música y lo había enviado a una escuela a estudiar la ejecución de ese instrumento.
El buen gusto por la comida que caracterizó a Manuel me llevó un día a probar la carne de cocodrilo.
Fue hace unos 3 años, en un restaurante que había abierto sus puertas en Costa Baja y ese día por cierto, Manuel quebró la silla en la que estaba sentado y que era de madera. Decía que estaba a dieta y no se explicaba lo sucedido, argumentando que el mueble era de muy mala calidad.
No podría definir con precisión a qué sabe la carne de cocodrilo, pero como que me supo a pollo sin sal. Un sabor muy raro.
Descanse en paz, Manuel Macklis Fisher.
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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