El pasado domingo 29 de mayo, falleció de manera repentina el periodista Juan Ramón Sáenz, quien fue el pionero de los programas de terror en la radio mexicana.
Por tal motivo he decidió publicar esta columna que hace alusión a su persona:
“¿Es usted de los que por algún motivo o porque le gusta el tema, escucha el programa radiofónico La Mano Peluda? Yo lo he escuchado algunas ocasiones.
Como sintonizo Radio Fórmula desde que inicia el noticiero de Joaquín López-Dóriga a veces me toca escuchar los casos que le narran al conductor, Juan Ramón Sáenz, personas que llaman al programa de distintos lugares de la república mexicana.
La primera vez que escuché hablar de La Mano Peluda fue cuando la controvertida profesora, Silvia Murillo dijo que había invitado a Juan Ramón a que visitara La Paz para que conociera algunos casos que podrían ser interesantes para la temática de su programa radiofónico.
¿Cree usted en los fantasmas? ¿En los tesoros enterrados?
¿En los espíritus shocarreros que se quedaron en el Limbo?
Seguramente que en reuniones de tipo familiar habrá escuchado alguna historia relacionada con espantos y cosas de ultratumba.
México tiene una inmensa riqueza de leyendas e historias de ese tipo.
El de la llorona es un clásico. El del Nahual, es otro.
O el del Chupacabras que en otras épocas se conoció con otro nombre.
En lo personal tuve una experiencia aquí en La Paz que nunca se me ha olvidado.
En ese tiempo trabajaba para El Tiempo de La Paz y vivía junto con otros compañeros de labores rentando una casa donde ahora está un negocio del fotógrafo de esta casa editorial Vicente Delgadillo El Zulú por la Valentín Gómez Farías entre Reforma e Independencia.
Se había integrado con nosotros, un compañero reportero que laboraba en ese tiempo en El Sudcaliforniano, de nombre Francisco Trujillo, quien falleció hace algunos años.
Fue un buen elemento pero muy aficionado a las bebidas espirituosas.
Los fines de semana era clásico que le entrara al chupe.
La madrugada de un domingo, cuando estábamos en el sueño más profundo nos despertaron unos fuertes golpes en la puerta de la casa y unos gritos desaforados que pedían que abriéramos por el amor de Dios.
Era Pancho Trujillo quien en su rostro reflejaba un terror indescriptible.
Lo que nos llamó la atención es que no venía bien servido, como ya era su costumbre.
Se veía como si no hubiera bebido una sola copa o una cerveza.
Cundo le preguntamos qué había sucedido nos explicó lo siguiente:
Había salido del Bar Misión en pleno centro de la ciudad y emprendió el camino a la casa.
Apenas podía caminar de lo briago que andaba.
A la altura de las calles Independencia y Serdán o Guillermo Prieto miró a una mujer parada en la esquina con un vestido vaporoso de esos como de tul.
“Ya pegué mi chicle”, se dijo Pancho mentalmente y se dirigió a la dama aquella.
Cuando le dijo ¡Buenas noches!, ella volteó y entonces le vio la cara descarnada, horrible.
Salió despavorido corriendo hacia la casa.
En tan pequeña distancia a Pancho se le disiparon los humos del alcohol y fue así como llegó tocando desesperado a la puerta.
¿Era todo puro cuento? Nosotros nos quedamos con la duda.
Después supe que en esa área de la ciudad había estado el panteón, que luego se movió a donde está el estadio “Arturo C. Nhal” y finalmente a la zona de Los San Juanes.
La lectura, es vida, lo demás...es lo de menos...hzr@prodigy.net.mx
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