Dicen que las comparaciones siempre son odiosas.
Pero a veces son necesarias.
Lo digo porque me llamó la atención un encabezado de un diario que se edita en la capital del país que dice lo siguiente:
“Hambre mata más que el narcotráfico; hay más de 12 millones de mexicanos sin canasta básica”.
Los especialistas dicen también que en la guerra contra el crimen organizado en México han muerto más seres humanos que los que murieron en la guerra de EUA contra Irak.
Desde luego que el presiente Felipe Calderón justifica esas muertes, aduciendo que son los riesgos que se corren al enfrentar a los criminales porque de no hacerlo, las cosas en la república mexicana serían peores.
Apenas el pasado domingo durante la celebración del Día del Ejército y de la Fuerza Aérea Mexicana, el primer jefe del país habló del tema, advirtiendo que de no haberse actuado a tiempo contra el crimen organizado, otro sería el panorama ahora en el país.
Pero hay otros signos que no debemos perder de vista:
La prolongada sequía que padece la mitad del territorio mexicano nos advierte lo que podría suceder ante la falta de producción de alimentos y de proteína animal.
Esas escenas apocalípticas que transmite la televisión nacional todos los días, son un anticipo de lo que puede venir.
Dicen que las revoluciones inician por el estómago.
Y que los países deben tener independencia alimentaria para tener ciudadanos realmente libres.
Y eso sí que nos debe preocupar como nación.
No digo que debe dejarse a un lado el combate al crimen organizado, sino que también el problema de la pobreza extrema requiere de más atención.
Ya rebasamos la cifra de 50 millones, más lo que se acumule esta semana.
Dice la nota en cuestión que durante la última década, murieron por hambre 85 mil 343 habitantes de este país por falta de alimentos, mientras que por el narcotráfico murieron 49 mil 804 víctimas.
Pero eso es la estadística oficial.
Falta agregarle aquellas muertes que no se conocen, sobre todo de zonas muy marginadas del territorio nacional.
Hay comunidades del país donde el hambre es ya algo cotidiano.
Algo normal, si es que cabe el término.
¿Qué es lo que pasa?
Según algunos expertos no es tanto la falta de recursos económicos en los programas de gobierno para superar el problema, sino la fragmentación que se da en la aplicación de los mismos.
Suele, con frecuencia, beneficiarse más a quienes tienen algo que a quienes no tiene nada.
Es notoria la descoordinación de los tres niveles de gobierno para atacar el problema.
Y la duplicidad de esfuerzos.
Finalmente, si bien es cierto que el retiro de subsidios al campo, iniciado a partir de la década de los 60´s también ha contribuido a empeorar la situación, la triste realidad es que pasa un sexenio y otro, ahora también hay un gobierno de distinto signo ideológico y la solución no llega.
¿Hasta cuándo?
Como dijera don Pedro Ferriz, esa es la pregunta de los 64 mil pesos.
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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