En una excelente entrevista que la enorme Cristina Pacheco le hizo a Don (con mayúscula) Ernesto de la Peña pocas semanas antes de morir, le pregunta qué haría él, que además de hombre sabio era un melómano empedernido, para erradicar la violencia en la capital del país donde residía y la respuesta fue que, llenaría de lugares ejecutantes de música la ciudad.
Entre los muchos premios que Don Ernesto recibió en fechas próximas a su lamentable fallecimiento, además del Menéndez Pelayo que le otorgaron en España, destaca uno que le entregaron por ser un generoso preservador e impulsor de la música de Mozart.
Hace unos días, el presidente Felipe Calderón, habló de la necesidad de crear más cárceles de alta seguridad luego de inaugurar una en el estado de Sinaloa, lo que contrasta con la propuesta de Don Ernesto.
Entiendo que al filólogo y hombre de grandes luces literarias le tocó una relación cercana con la música clásica y de otros géneros y que, quizás por ello, se entienda su propósito de llenar de salones musicales la ciudad de México para combatir la violencia y que en contraste, el todavía presidente de este país le tocó bailar con la más fea, es decir la lucha contra el crimen organizado y que por ello su expresión de más cárceles para los criminales.
Sin embargo, yo apoyo lo que dijo don Ernesto.
Ya ve usted que se dice que la música doma hasta las fieras.
Pacifista empedernido, creo que en lugar de esas llamadas universidades del crimen, deberían impulsarse programas culturales, musicales, teatrales, literarios, etcétera, para alejar a aquellos que los atrae irse a las filas de los que se colocan al margen de la ley.
Destaco a propósito y no por haberla conocido desde pequeña por ser condiscípula de mi primogénito sino porque es una joven mujer muy entusiasta y trabajadora, la labor que está haciendo Matilde Cervantes en el área de Cultura del Ayuntamiento de La Paz, llevando programas culturales a todos los rincones del municipio y a todas las clases sociales.
Recuerdo haber leído un reportaje de Colombia en el que se narran las experiencias que se han tenido con relación al rescate de los jóvenes sicarios que cayeron en manos del crimen organizado de aquel país y de muchos otros que podrían seguir la misma ruta, con programas de tipo cultural que se multiplicaron como los hongos cuando llueve.
Está bien que se requieren prisiones seguras y confiables para que los criminales que son juzgados puedan purgar sus sentencias y pagar así sus fechorías.
Pero, honestamente coincido con Javier Sicilia y otros personajes de la vida nacional, en que esa no es la solución al problema.
La semana pasada, el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, volvió a insistir en que los países latinoamericanos, entre ellos México, deben valorar a fondo si la estrategia de enfrentar directo al crimen organizado relacionado con el narcotráfico es la adecuada o si, por ejemplo, se legaliza el uso de drogas como la mariguana.
Carlos Fuentes, en una entrevista concedida antes de dejar este mundo, habló también del tema y dijo que él, como Vargas Llosa y otros literatos y ex líderes de gobierno, abogaba porque se legalizara la mariguana para quitarle el atractivo que le da el status de droga prohibida.
El tema es escabroso.
Tiene sus pros y sus contras.
Pero por lo pronto, yo como Don Ernesto, prefiero que, no sólo la capital del país, sino el país entero, se llenen de auditorios para escuchar música, ver teatro u otras bellas artes que nos generen paz y nos rescaten de esa infernal incertidumbre de no saber si de repente algún día, una bala perdida se nos cruza en el camino.
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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