Según la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, no existen ciudadanos de primera, de segunda o de tercera.
Ante la Carta Magna, todos los habitantes de este
país, ricos o pobres, negros o blancos, altos o chaparros, feos o bonitos,
todos, todos, somos iguales.
Aunque ya el gran José Alfredo Jiménez dijo en una de
sus grandes canciones, “que no somos iguales, dice la gente”.
Y la triste realidad es que en la práctica, eso de que
todos somos iguales se va diablo, como los guapos.
Y si nuestra Constitución la utilizamos más como papel
de baño que como documento rector de nuestra vida social y política, pues por
eso estamos como estamos.
El tema viene a colación porque leí una nota, un tanto
atrasada pues en diciembre le di prioridad a la lectura de libros que a
periódicos de la capital del país, en la que se da a conocer que los 500
flamantes diputados federales que tiene México, decidieron darse un fistol de
oro de 14 kilates y con un precio en el mercado de 34 mil 840 pesos.
En total, para satisfacer a nuestros legisladores de
la cámara baja del Congreso de la Unión, se gastó un millón 919 mil 800 pesos.
Picatta minutta, para quienes, supuestamente, nos
representan en el llamado Poder Legislativo Federal.
¿Cuántos millones de personas no pudieron disfrutar en
la noche de Navidad de una cena digna de esa fecha conmemorativa o en la de Año
Nuevo porque no tuvieron recursos monetarios suficientes?
“¿!Y eso a nosotros que nos importa?¡”, seguramente
dirán nuestros diputados federales.
Pero no es así.
Por ley, ellos tienen la obligación de velar por el
bienestar de la sociedad en su conjunto que, mediante su voto, los lleva a esa
representación popular, al igual que al titular del Poder Ejecutivo Federal.
El fistol o pin, que tradicionalmente reciben los legisladores
federales, es de latón, pero no fue del agrado de los 500 que integran la
Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, que más bien debería llamarse de
la Desunión.
Es probable que alguno de ellos, consciente de que
todos debemos abrocharnos el cinturón en tiempos de crisis, no estuvo de
acuerdo en cambiar los fistoles de latón por los de oro.
Pero la mayoría no se abrochó el cinturón, sino que
nos abrochó a nosotros los ciudadanos, porque es dinero de nuestros impuestos
el que ellos manejan en su presupuesto camaral e incluso el de sus propios
sueldos y salarios.
Desde luego, que detalles como este, no es el primero
que ocurre en el Congreso de la Unión.
Y, como las masacres que se presentan cada tanto
tiempo en el vecino país del norte, aquí detalles como el de los fistoles, seguirán
ocurriendo.
Pero de que no es justo que no haya solidaridad de
parte de nuestros legisladores federales para con toda la sociedad mexicana, no
lo es y más bien son chin…
¿No cree usted?
La lectura es vida, lo demás…es lo de
menos…hzr@prodigy.net.mx.
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