El miércoles 13, se cumplió el primer aniversario del fallecimiento del ex gobernador del estado de BCS, Víctor Manuel Liceaga Ruibal.
Y este jueves 14, se conmemoró un aniversario más del trágico fallecimiento del también ex gobernador, Alberto Andrés Alvarado Arámburo.
Mi relación personal, con ambos personajes de la política sudcaliforniana, fue como del norte al sur.
A Liceaga Ruibal lo conocí por primera vez cuando desempeñó el cargo, de manera breve, de director de Prensa y Relaciones Públicas, del Gobierno del Territorio.
A don Alberto, poco después.
Un día, pocos meses antes de que terminara su mandato le obsequié a don Alberto, allá en Ciudad Constitución, un mini ajedrez artesanal. El mensaje subliminal lo entendió de inmediato: el era un maestro de la política y debía jugar como si lo hiciera con ese gran juego a cuyo inventor hace varios siglos, hasta la fecha no se le ha terminado de pagar lo que pidió a su Rey para el que lo creó y que consistía en que le diera cuatro granitos dobles de trigo por cada escaque (cuadritos) que son 64. Si los multiplica llega el momento en que la cantidad es incontable. Y pensar que su majestad lo creyó un tonto cuando fue lo único que le pidió a cambio de su invento.
Ya he narrado que una vez que estuvo con él en su despacho y que eran tiempos preelectorales, habló por teléfono con un tal Enrique y pensé que era el secretario de Gobernación, Enrique Olivares Santana, pero no, se trataba de José Enrique Valerio Ortega Romero a la sazón oficial mayor del gobierno estatal y a quien don Alberto le guardaba un afecto muy especial.
Por la forma en que le habló, incluso con un reclamo cariñoso de que hacía días que no lo visitaba en su despacho, saqué la conclusión de que Ortega Romero sería el candidato del PRI a la alcaldía de La Paz y, en efecto, así fue. El destino me llevaría, pasados los años, a compartir responsabilidades partidistas con el hoy ex alcalde, ex diputado local, ex dirigente estatal del PRI y ex magistrado.
Don Alberto, a pesar de no tener una carrera profesional, era un político muy respetado allá en la capital de la república. Eso lo pude comprobar un día en la sede del CEN del PRI, al escuchar la forma en que a él se referían y el trato que le daban, sobre todo los empleados.
La última vez que lo vi con vida, fue en su casa de Lomas de Palmira, cuando dijo aquella opinión de que Semana Política, que yo publicaba en el periódico La Extra, los domingos, era la biblia del periodismo sudcaliforniano.
A Víctor Manuel Liceaga Ruibal, lo volví a ver años después cuando fue candidato a senador de la república y a diputado federal.
Más que con él, mi amistad se daba con personajes muy ligados a su figura política, que radicaban en el Valle de Santo Domingo, como Víctor Peña, Enrique Ríos, Hugo Bojórquez, Marco Antonio Cotoño, Núñez, Eduardo Hampl y Humberto El Yaqui Gutiérrez, entre otros, la mayoría de ellos también ya fallecidos.
El día que le hablé a Víctor Manuel allá a la capital del país, unos 3 meses antes de su destape oficial como candidato a gobernador, en 1986, para felicitarlo, se sorprendió de mi gesto y aunque me aseguró que todavía no había nada decidido, el personaje que vio su nombre con el VoBo en la Secretaría de Gobernación y me pasó el tip, era una persona de quien no podía dudarse pues llevaba 6 décadas hablándose de tú con el Presidente de la República en turno…
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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