No recuerdo con exactitud la fecha, pero ya debe haber transcurrido casi una década desde que falleció la Tía Chayo.
Fue, allá en mi pueblo de madera, una de esas profesoras a la antigüita.
Nunca le pregunté si había ido a una Normal y cuando tuve oportunidad de hacerlo, la distancia nos separó y luego sobrevino su fallecimiento.
En la red, un ex alumno de ella al recordar las escuelas del pueblo de madera, dijo que durante muchos años, la escuela primaria de la profesora Chayito había sido la mejor.
Y tenía razón. Sus alumnos cuando competían contra los de las otras dos escuelas, por lo regular siempre se alzaban con la victoria.
Y así como allá en mi pueblo, se hablaba con tanto orgullo de la profesora Chayito, en cada comunidad de este país, todavía las personas mayores de edad hablan de los profesores y profesoras que pasaron por allí y que fueron excepcionales trabajadores de la educación.
¿Ya no existen ese tipo de apóstoles del magisterio?
La interrogante surge porque en estos tiempos pareciera que los encargados de impartir la educación en este país están hechos de otro material.
No todos, desde luego.
Hace unos días vi un reportaje de profesores que trabajan en la sierra de Guerrero y pude observar los sacrificios personales que tienen que hacer para impartir clases en aquella entidad. Mis respetos para ellos.
Pero como que la mayoría de los profes y profas ya no le tienen tanto amor a la camiseta.
Igual pasa con los futbolistas y otros deportistas, por ejemplo.
Aquellos que vistieron la casaca del llamado glorioso rebaño sagrado, en las Chivas del Guadalajara en los 50’s a los 70’s, fueron muy diferentes a quienes la llevan ahora con su respectivo logotipo del Omnilife.
¿Qué necesitan los profesores de hoy para emular a los de ayer?
Serían muchas cosas.
Pero la más importante, creo yo, sería la de entender que su profesión es una de las más nobles y que de ella depende el futuro de un país, en este caso el nuestro.
Porque la mayoría de los actuales integrantes del magisterio, le huyen a prepararse mejor y a cumplir cabalmente con la misión que tienen: educar.
Si el pretexto es que no les pagan lo suficiente, pues que les aumenten los sueldos.
Pero que sientan vergüenza y pena de que se les considere que ellos son un pesado lastre que no permite consolidar la calidad educativa que México necesita ya.
No estoy de acuerdo en que para manifestarse, tengan que destruir.
Como ocurre en algunas entidades del país.
Pues ahora, hasta los normalistas, en el caso de Oaxaca, cometen destrozos y violentan la ley.
Tiene que aplicarse la sanción que corresponda.
Que el no hay intocables del presidente Enrique Peña Nieto, se lleve a la práctica.
¿No cree usted?
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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