Hay un dicho muy sabio que dice: los niños y los borrachos, siempre dicen la verdad.
Me sorprende que a sus 65 años, el señor químico Andrés Granier, no haya escuchado nunca esa frase.
Sí, porque luego del escándalo que se generó de un video en el que hizo alarde de ropa lujosa, de cientos de pares de zapatos y de departamentos en otros países, el ex gobernador de Tabasco dijo que realidad estaba borracho y que había hablado de más.
Pero hay otra frase más profunda todavía y que, el ex mandatario tabasqueño seguramente tampoco ha escuchado en esas más de 60 décadas que tiene viviendo en este mundo:
El vino, hace que el hombre diga y haga cosas que no quiere.
Y tal vez el señor Granier no quería decir lo que dijo, pero al decirlo, se confirma aquello de que el vino…
Y por lo que le sucedió la semana pasada a este denostado ex gobernador, seguramente que la frase que sí ha escuchado infinidad de veces, es aquella de que Si a este mundo vino y no vino a tomar vino, entonces ¿a qué chingados vino?
¿Qué pensarán los tabasqueños de quien los gobernó los pasados seis años sin rendir cuentas claras y en medio de escándalos de corrupción y supuesta malversación de fondos públicos?
Yo debo confesar que cuando el Partido Revolucionario Institucional postuló, hace poco más de seis años, al químico Andrés Granier, como su candidato a la gubernatura, albergué la esperanza de que, al no ser un consumado político, podría ser un gobernante diferente a los que llevan ya largas carreras ocupando puestos públicos administrativos o legislativos y que tienden más a servirse del cargo que a servir a sus gobernados.
Pero me falló. Una vez más.
Desde luego, el caso de Andrés Granier, no es el primero ni será el último.
Escándalos relacionados con gobernadores, secretarios de estado, alcaldes y otros servidores públicos de los tres niveles de gobierno, ha habido siempre.
Acuérdese de las comaladas de millonarios sexenales de las que han sido protagonistas, muchos de aquellos que pasaron por un cargo público.
Sin embargo, todos argumentan, cuando se les descubren sus fechorías, que se trata de dañar su imagen política y que sus adversarios políticos quieren acabar con sus carreras.
Ni que fueran caballos.
El cinismo con que se conduce la clase política mexicana, con todo y aquello de que el ex presidente José López Portillo dijo alguna vez que lo peor que nos podía pasar en este país es que nos convirtiéramos en un país de cínicos (de hecho desde su sexenio ya lo éramos), es lamentable y reprobable y todos aquellos que cometan un delito relacionado con su responsabilidad, deberían someterse al imperio de la ley y, de ser el caso, ir a la cárcel.
El problema radica en que ¿quién va a cerrar la puerta de la prisión?
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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