jueves, 23 de mayo de 2013

Temas y...viejos !los cerros!

¿Conoce usted la historia aquella de dos jóvenes montañistas que cuando escalaban una de las famosas cimas más altas del mundo, encontraron en la ruta a un anciano que caminaba a paso lento, mientras ellos lo hacían prácticamente corriendo?


Al paso de las horas, los jóvenes se cansaron y mientras tomaban un respiro, el anciano aquel, los rebasó y llegó primero a la cima.

Es muy probable que de allí se haya derivado aquello de que más vale paso que dure y no trote que canse.

Y que también esa historia, por sus similitudes, se haya inspirado en aquella fábula de Esopo de La tortuga y la liebre que participaron en una competencia de carreras y que la pariente de los conejos dijo que ganaría con facilidad pues era mucho más ligera que la pariente de las caguamas, pero resulta que se durmió en sus laureles y la tortuga, finalmente, se alzó con la victoria.

Lo anterior viene a colación porque resulta que un anciano de 80 años, escaló la montaña más alta del mundo: el Everest.

¡Si, leyó bien a sus 80 años!

Yuichiro Miura, un japonés con 8 décadas sobre sus espaldas, ingresará al libro de Guinness como el hombre de mayor edad en escalar el famoso Monte Everest de 8 mil 848 metros de altura, logro alcanzado el día de ayer.

Y si no se sorprendió usted con ese dato de que a esa avanzada edad este hijo del país del sol naciente buscara la gloria de los récords de escalada de montañas con la mayor edad, debo decirle que el padre de Yuichiro, bajó esquiando, el Mont Blanc en Los Pirineos, a sus ¡99 años!

Toda una hazaña.

Pero resulta que Yuichiro Miura ya había impuesto un récord escalando una de las laderas del Everest a la edad de 70 años, convirtiéndose así en el de mayor edad en lograrlo, pero luego un paisano suyo de 71 años, quebró ese récord, por lo que buscaba establecer otro a los 80 abriles y lo logró.

¡Qué envidia de la buena!

La actitud de estos hombres, demuestra que si se quiere, se puede.

En diciembre del 2009, el tío Felipe me demostró que la edad no es un impedimento para hacer cosas que aparentemente no se pueden realizar sin correr riesgos.

Subimos una empinada colina para llegar a una hermosa caída de agua conocida como El Pajonal 1, allá en mi pueblo de madera, y, mientras que yo me sentí un tanto agitado por el esfuerzo, el tío Chendengue, que entonces tenía 87 años, ¡ni se tibió!

A esa edad todavía reparaba techos de casas allá en Los Angeles, California, donde radicaba.

Hace unos días, recibí la triste noticia de que un adversario, un desafío del que pocos pueden contar que lo vencieron, lo derrotó para siempre: el cáncer.

Así las cosas, Yuichiro y Chendengue, nos han dado una muestra fehaciente, de que la edad, es una actitud y no tanto una cuestión biólogica.

La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx





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