El jueves 14 de agosto próximo pasado, el
general de brigada, Ernesto Aguilera, director del Colegio de Defensa Nacional
dijo lo siguiente:
“Para el Ejército, México atraviesa por tiempos crispados”.
La tarde-noche del miércoles 9 de
octubre, próximo pasado, el colega periodista, Francisco Antonio Alcántar
López, fue vil mente asesinado a balazos y su hermano Leobardo, herido
gravemente.
Vivimos tiempos crispados, como dijo el
militar de alto grado.
Pero ante tanta violencia aquí y en todo
el país, uno se pregunta
¿Por qué?
Ya arañando las seis décadas de vida,
reflexiono al respecto y me da la impresión de que la violencia y los tiempos
crispados siguen allí.
Será acaso que no se han movido en el
territorio mexicano desde aquellas guerras entre tribus y luego contra los
conquistadores.
Que siguieron después en la lucha por la
Independencia y luego en la Revolución.
Recuerdo que a la edad de 4 o 5 años
asistí a un velorio de dos tíos a los que un sujeto había ultimado a balazos en
una especie de duelo del Oeste, allá en mi pueblito de madera que en su nombre
lleva la fama: San Miguel de Cruces.
No era lo de Cruces porque había el cruce
de muchos caminos, como por ejemplo el caso de El Crucero donde convergían varios caminos del Valle de Santo
Domingo y que ahora es Ciudad Constitución, acá en BCS.
Cuando dejaba la etapa de niño para
entrar a la adolescencia, supe de la masacre del 68 y de los tiempos violentos
de la guerrilla urbana en algunas entidades.
15 años después, México entró en la
espiral del narcotráfico y todo lo que gira en torno a esta actividad ilícita.
Y desde entonces, estamos inmersos en
esos tiempos violentos.
O tiempos crispados, como bien dijo el
general Aguilera.
Los que somos pacifistas, no queremos
guerras ni violencia.
Queremos paz, tranquilidad y convivencia
armónica.
Peace and love, como dirían los clásicos.
¿Es mucho pedir?
En la India, un gran personaje, Mahatma
Gandhi logró la independencia de ese enorme país, tan sólo con su mensaje de
paz y sin haber recurrido jamás a una actitud violenta.
Aquí ya llevamos muchos muertos en una
guerra sinsentido, que enfrenta a gobiernos y quienes se colocan del lado de la
violación a las leyes, en las filas del narcotráfico y los secuestradores.
¿Cuántos más tendremos que ser inmolados?
¡Vivimos tiempos de crispación, ni duda
cabe!
Finalmente, después de que terminó la
misa de cuerpo presente de Toño Alcántar allá en la funeraria donde fue velado
y antes de que subieran su féretro a la carroza, al ver a su viuda sollozar
inconsolable ante sus restos mortales, recordé aquella línea del poema Umbrío por la pena, del malogrado poeta
español Miguel Hernández en el que dice que la
pena tizna, cuando estalla y también el final del mismo: …“Cardos, penas me
oponen su corona/cardos, penas me azuzan sus leopardos/y no me dejan bueno
hueso alguno/No podrá con la pena mi persona/circundada de penas y de
cardos:/¡cuánto penar para morirse uno!”
La lectura es
vida, lo demás es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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