El recién fallecido líder sudafricano, Nelson Mandela dijo
en su discurso leído en 1993 ante autoridades, figuras monárquicas e
integrantes del Comité Noruego del Nobel:
“Quiero extender un agradecimiento de corazón por acogerme como ganador
del Premio Nobel de La Paz”.
Madiba, como
también se le conoció al considerado el padre fundador de esa nación una vez
liberada del odioso Apartheid, era muy dado en hablarle al corazón de las
personas, porque sabía que esa era la única manera de que lo escuchara y así
poder lograr que los habitantes de Sudáfrica pudieran vivir sin las ataduras de
la discriminación racial y sin pensar en el odio o la venganza.
No soy un gran experto en redactar discursos -ha habido
algunos que he tenido que elaborar en circunstancias muy especiales como aquel
que le redacté a Héctor Ibarra Espinoza, hace un cuarto de siglo y arriba del
cofre de una Suburban durante un acto
conmemorativo del natalicio de don Benito Juárez, allá en el poblado que lleva
su nombre en el Valle de Santo Domingo- pero en más de una ocasión, le he
sugerido al orador que los lee, que hable con el corazón, a quienes le
escuchan.
Y también, a algunos candidatos a cargos de elección popular, les he sugerido que le
hablen al corazón de las personas a quienes se dirigen.
En este espacio, alguna vez le expliqué por qué los
Estados Unidos de Norteamérica no habían conquistado al pueblo de Irak, luego
de las dos cruentas guerras que esas dos naciones tan disímbolas enfrentaron en
las dos últimas décadas del anterior siglo y milenio. Los gringos o yanquis,
lograron la victoria en el terreno de las armas, pero no conquistaron los
afectos, el corazón, de los iraquíes.
Por ello bien decía un vencido en la guerra, palabras
más palabras menos: “podrán conquistar nuestros reinos, nuestras armas,
nuestras tierras, nuestras mujeres, pero no podrán conquistar nuestros
corazones”.
Nelson Mandela, fue de esa estirpe de seres humanos
que tan sólo con la palabra lograron derribar tiranías, barreras raciales y
liberar a miles o millones de personas, de la opresión o de esos prejuicios.
Y no crea usted que no intentó conquistar lo que anhelaba
para su pueblo sudafricano por la vía de las armas, en alguna etapa de su vida,
pues, precisamente por ello fue que pasó 27 años en la cárcel.
Pero ese largo periodo de soledad y olvido, le
permitieron entender que, como Gandhi, sin recurrir a la violencia, se pueden
alcanzar los grandes sueños.
Como “yo tengo un sueño”, de otro virtuoso de la
palabra oral, el reverendo Martin Luther
King.
Madiba pregonaba aquello de que el odio se infunde y
el amor nace.
“El amor llega más naturalmente al corazón humano que
su contrario”, dijo el extraordinario líder sudafricano muerto en diciembre
pasado.
Así es que si usted que dedica unos minutos de su
amable tiempo a leer esta modesta columna, se ha topado con piedra cuando
quiere alcanzar un objetivo en el que lograrlo dependa de la voluntad de otro
ser humano, háblele con el corazón y a su corazón para lograrlo.
No hay de otra.
La lectura es vida, lo demás…es lo de
menos…hzr@prodigy.net.mx
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