Cuando tengas el poder,
ejércelo pensando en el día que ya no lo tendrás.
Esta
máxima política poco la ponen en práctica nuestros gobernantes y cuando lo
hacen, muchos de ellos suelen incurrir en actos de despotismo.
El
poder los marea.
El
ex gobernador de BCS, Alberto Alvarado Arámburo recordaba con frecuencia aquella
frase que dice que si el poder marea a
los inteligentes, ¡qué no hará con los pen…itentes!
El
poder los corrompe.
El
poder absoluto, los corrompe absolutamente.
Los
transforma.
Suelen
volverse sordos e indiferentes.
El
poder ciega a los seres humanos.
Remember
a don Carlos Salinas, con aquello que dijo a los perredistas, de que ni los oigo ni los veo.
A
lo largo de estos años de ejercer el periodismo político, he visto cómo muchos
hombres se transforman cuando llegan al poder y se olvidan fácilmente que este
es temporal.
Eso
sucede no sólo con el Presidente de este país, sino con los gobernadores,
senadores, diputados federales, diputados locales, los presidentes municipales
y hasta uno que otro regidor o servidor público que desempeña algún cargo
administrativo.
O
con los líderes de organizaciones diversas, principalmente las sindicales.
Como
se dice vulgarmente, se suben a un ladrillo.
Hay
políticos que se vuelven soberbios, olvidando que la soberbia irrita a los dioses.
Pierden
el equilibrio olvidando que este, es el sentido más indispensable para ellos.
Se
buscan enemigos en su camino, sin pensar que serán el fardo que limite su ascenso y olvidando que los más enconados enemigos de hoy pueden ser
mañana amigos o viceversa.
Muchos
políticos que he visto encumbrarse de la noche a la mañana también los he visto
precipitarse al vacío y algunos jamás han logrado rehacerse.
Por
eso, lo mejor es que se actúe siempre con sentido común, buscando más que nada
cumplir fielmente con la encomienda que se tiene en los cargos públicos,
principalmente en aquellos en que se detenta un poder.
Los
políticos son poderosos por trienios o sexenios.
Algunos
logran extender su poderío más allá de esos espacios de tiempo, pero al final
pierden ese poderío.
Los
casos extremos de un Gonzalo N. Santos, un Leobardo Reynoso y tantos otros
hombres poderosos que forman parte del folclore político de México, ya no se
repiten.
Ahora,
se tiene que servir realmente al pueblo.
Ejerciendo
precisamente el poder pensando, como dice la frase que inicia este tema, en el
día en que ya no lo tendrán.
Muchos
que lo tuvieron, hoy los he visto pulular en busca de un empleo que los rescate
de su miserable existencia.
Cuando
fueron poderosos, también fueron soberbios.
Cuando
tenían el poder, se elevaron a las alturas.
Olvidando
que ese poder es efímero, temporal.
Hoy
cuando ya no son nada, tendrán la oportunidad de reflexionar y llegar a la
conclusión de que si no viven para
servir, no sirven para vivir...
La
lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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