jueves, 20 de marzo de 2014

Temas y...una lección de humildad

Alguna vez, intenté proponerle a un aspirante a la gubernatura de BCS, una frase que, no siendo de mi inspiración –no llego a tanto- siempre me llamó la atención y consideré que sería una buena herramienta de convencimiento hacia el electorado para que apoyaran al susodicho candidato.
Sin embargo, algo pasó y todo quedó en buenos propósitos.
La frase la había leído en el interesante libro Por el ancho mundo de la propaganda política de don Eulalio Ferrer, uno de los publicistas más destacados del siglo pasado en México.
Decía así: Por un gobernador sin corbata.
Parecía una frase muy simplista, pero creo que tiene una profundidad enorme y debió haberla utilizado un político de altos vuelos en algún país de América Latina de donde don Eulalio la recopiló y la integró a su libro.
He querido recordarlo, porque hace unos días, el presidente Enrique Peña Nieto le entregó el Aguila Azteca –la presea de más prestigio y reconocimiento a los valores del ser humano que entrega México como nación- al presidente de Uruguay, José Alberto Mujica Cordano.
Cuando nuestro primer mandatario le colocó la presea en el cuello, los presentes notaron un tanto turbado a don José y así quedó registrado en algunas placas que del histórico momento imprimieron varios de los fotógrafos allí presentes.
¿Por qué esa turbación?
Cualesquiera pensaría que ello obedeció al hecho de recibir tan alta distinción de parte del gobierno mexicano a un extranjero. 
Sin embargo, no era ese el motivo de la reacción del presidente de Uruguay.
Estaba, sí emocionado, desde luego, pero, según lo explicó en su breve y modesto discurso, que le apenaba enormemente llevar al cuello el Aguila Azteca, no porque lo considerara irrelevante o no adecuado para un alto dignatario, sino porque la cadena que sostiene la presea, es de una combinación de eslabones de oro y plata.
Un objeto lujoso, sin duda alguna, aunque no es esa la intención de su entrega.
Con su voz propia de un hombre cercano a los 90 años, don José Mujica le dijo al presidente Enrique Peña que se sentía profundamente turbado porque consideraba a la presa otorgada, un objeto demasiado valioso y él, como ya lo habría notado nuestro propio mandatario y demás invitados a la ceremonia, no llevaba ni siquiera ¡corbata!
De hecho en ninguna ceremonia oficial o privada, usa corbata.
En otra entrega de Temas y sucesos, ya le había subrayado de la humildad del presidente de Uruguay y de la buena impresión que me había causado este hombre sencillo y modesto a más no pedir.
Ese ejemplo, como el del Papa Francisco, deberían asimilarlo los políticos nuestros de cada día, sobre todo aquellos que se suben al ladrillo y se sienten volar cuando ocupan un puesto, olvidando que este es sólo pasajero, efímero y que no siempre lo estarán desempeñando, además de que se supone que es una oportunidad para servir, y no servirse de los demás.
“Si no vives para servir, no sirves para vivir”, dice la frase religiosa que tanto me gusta y que es ad hoc para el tema.
Incluso, el reconocido escritor argentino Julio Cortázar decía que había que quitarse la corbata antes de empezar a escribir.
Obvio que no debe ser una pose y aparentar lo que no se es.
No es ese el caso de don José Mujica quien no ha dejado de ser autentico y que, como en su tiempo, lo padeció el recién fallecido Nelson Mandela, él también sufrió encarcelamiento y pasó varios años ¡dentro de un aljibe!, con la idea de que terminara víctima de la locura, pero logró sobreponerse y ahora es el Presidente de la República de Uruguay.
El presidente más pobre del mundo, el más humilde.
¡Y no usa corbata!
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx



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