Alguna vez, intenté proponerle a
un aspirante a la gubernatura de BCS, una frase que, no siendo de mi
inspiración –no llego a tanto- siempre me llamó la atención y consideré que
sería una buena herramienta de convencimiento hacia el electorado para que apoyaran
al susodicho candidato.
Sin embargo, algo pasó y todo
quedó en buenos propósitos.
La frase la había leído en el
interesante libro Por el ancho mundo de
la propaganda política de don Eulalio Ferrer, uno de los publicistas más
destacados del siglo pasado en México.
Decía así: Por un gobernador sin corbata.
Parecía una frase muy simplista,
pero creo que tiene una profundidad enorme y debió haberla utilizado un
político de altos vuelos en algún país de América Latina de donde don Eulalio
la recopiló y la integró a su libro.
He querido recordarlo, porque
hace unos días, el presidente Enrique Peña Nieto le entregó el Aguila Azteca
–la presea de más prestigio y reconocimiento a los valores del ser humano que
entrega México como nación- al presidente de Uruguay, José Alberto Mujica
Cordano.
Cuando nuestro primer mandatario
le colocó la presea en el cuello, los presentes notaron un tanto turbado a don
José y así quedó registrado en algunas placas que del histórico momento
imprimieron varios de los fotógrafos allí presentes.
¿Por qué esa turbación?
Cualesquiera pensaría que ello
obedeció al hecho de recibir tan alta distinción de parte del gobierno mexicano
a un extranjero.
Sin embargo, no era ese el motivo
de la reacción del presidente de Uruguay.
Estaba, sí emocionado, desde
luego, pero, según lo explicó en su breve y modesto discurso, que le apenaba
enormemente llevar al cuello el Aguila Azteca, no porque lo considerara
irrelevante o no adecuado para un alto dignatario, sino porque la cadena que
sostiene la presea, es de una combinación de eslabones de oro y plata.
Un objeto lujoso, sin duda
alguna, aunque no es esa la intención de su entrega.
Con su voz propia de un hombre
cercano a los 90 años, don José Mujica le dijo al presidente Enrique Peña que
se sentía profundamente turbado porque consideraba a la presa otorgada, un
objeto demasiado valioso y él, como ya lo habría notado nuestro propio
mandatario y demás invitados a la ceremonia, no llevaba ni siquiera ¡corbata!
De hecho en ninguna ceremonia
oficial o privada, usa corbata.
En otra entrega de Temas y sucesos, ya le había subrayado
de la humildad del presidente de Uruguay y de la buena impresión que me había
causado este hombre sencillo y modesto a más no pedir.
Ese ejemplo, como el del Papa
Francisco, deberían asimilarlo los políticos nuestros de cada día, sobre todo
aquellos que se suben al ladrillo y se sienten volar cuando ocupan un puesto,
olvidando que este es sólo pasajero, efímero y que no siempre lo estarán
desempeñando, además de que se supone que es una oportunidad para servir, y no
servirse de los demás.
“Si no vives para servir, no
sirves para vivir”, dice la frase religiosa que tanto me gusta y que es ad hoc
para el tema.
Incluso, el reconocido escritor
argentino Julio Cortázar decía que había que quitarse la corbata antes de
empezar a escribir.
Obvio que no debe ser una pose y
aparentar lo que no se es.
No es ese el caso de don José Mujica
quien no ha dejado de ser autentico y que, como en su tiempo, lo padeció el
recién fallecido Nelson Mandela, él también sufrió encarcelamiento y pasó
varios años ¡dentro de un aljibe!, con la idea de que terminara víctima de la
locura, pero logró sobreponerse y ahora es el Presidente de la República de
Uruguay.
El presidente más pobre del
mundo, el más humilde.
¡Y no usa corbata!
La lectura es vida, lo demás…es
lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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