“Es que los pobres no
saben qué hacer cuando se vuelven ricos”.
Esa sería la moraleja
de la película La Perla que
estelarizó Pedro Armandáriz padre, en la década de los 40´s y de la que se
filmó aquí en La Paz una versión más reciente y con actores nacionales y del vecino país del
norte.
Esa película está
basada en la obra homónima literaria de John Steinback un escritor
norteamericano que alcanzó cierta notoriedad con sus novelas.
La trama de la
película gira en torno a una enorme perla natural que se encuentra en el mar el
protagonista principal.
Toda una serie de
calamidades parecen acompañar esa aparente buena suerte de encontrarse la
perla, pues hasta el hijo muere de un piquete de alacrán.
Pero ¿es cierto que
los pobres no saben qué hacer cuando se vuelven ricos?
Tal vez la expresión
se circunscriba a los que se vuelven ricos de repente.
Como aquellos que se
sacan la lotería, ganan dinero a raudales en alguna profesión u oficio, como el
de boxeador.
Porque hay una gran
cantidad de personajes que lograron convertirse en millonarios o
multimillonarios a base de esfuerzos de toda su vida.
Como el caso del
griego-argentino Aristóteles Onassis quien allá en su tierra natal, Argentina, empezó
a hacer fortuna recogiendo colillas de cigarros.
Con el tiempo se
convirtió, en su época, en uno de los hombres más ricos y quien llegó, incluso,
a casarse con la viuda de John F. Kennedy, Jacqueline Bouvier.
Y como ese, hay muchos
otros ejemplos.
El más reciente, el de
Bill Gates el magnate creador de la empresa Microsoft
y quien ha estado ubicado los últimos años en los primeros lugares de la lista
de los más ricos del mundo.
Pero también ha habido
grandes tragedias de personajes que acumularon mucho dinero, pero lo
dilapidaron.
Eso ha sido muy común
aquí en México con los boxeadores.
Uno de los más
conocidos fue el caso de Rubén El Púas
Olivares.
Pero hay uno que llegó
a los extremos:
Ricardo el Pajarito Moreno.
Fue una ídolo del
boxeo mexicanos en la década de los 50’s y 60’s que ganó cantidades
industriales de dinero y de repente su vida de casi un menesteroso cambió a la
de un destacado hombre rico.
Se dio todos los
lujos: un automóvil Cadillac convertible, una casa en la mejor zona residencial
del DF, mujeres de la vida galante, etcétera.
Cuando era jovencito a
veces ni comía porque no tenía con que comprar la comida.
Al morir, a punto
estuvieron de enterrarlo en la fosa común.
Sí, en esa en la que
se entierra a los desconocidos.
Otro caso parecido
sería del famoso comeorejas, Mike
Tyson.
Julio César Chávez
llevaba ese mismo destino, pero logró detenerse a tiempo y hoy tiene una cadena
de gasolineras en su natal Culiacán y otras partes de Sinaloa y Sonora e
incluso aquí en La Paz y Los Cabos.
En este mismo espacio
hablé alguna vez de Ramón Cosío Núñez quien de repente dejó de ser un pobre
empleado público para convertirse en el feliz poseedor de una fortuna que en su
momento casi llegaba a los 10 mil millones de los viejos pesos.
Pero en menos de una
década volvió a ser el de siempre pues despilfarró su fortuna, dándole la razón
a John Steinbeck de que los pobres cuando se vuelven ricos, no saben qué hacer.
¿No cree usted?
La lectura es vida, lo
demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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