Estoy de acuerdo con Napoleón Gómez Urrutia, en que lo
de la tragedia en la mina Pasta de Conchos allá en el estado de Coahuila en el
año de 2006, en la que perdieron la vida 65 mineros a unos 120 metros de
profundidad.
En que hubo serias negligencias en las investigaciones
en torno a ese trágico suceso y en que, al final de cuentas, los presuntos
responsables no fueron sometidos al imperio de la ley.
Que la empresa propietaria de la mina, Grupo México
explota a los trabajadores mineros, pagándoles salarios miserables y además
colocándolos en situación de vulnerabilidad al no dotarlos de las herramientas
adecuadas y de las condiciones de seguridad para el desempeño de sus labores
bajo tierra.
En que en lo de la tragedia de Pasta de Conchos, hubo
cierta complicidad entre la empresa y las autoridades federales de la
Secretaría del Trabajo del gobierno federal y de las autoridades estatales.
Pero en lo que no estoy de acuerdo, es en que el señor
Gómez Urrutia trate de lavarse las manos, como Poncio Pilatos y trate de echarle
toda la culpa a la empresa minera y a las autoridades.
El como líder nacional de los trabajadores mineros,
debería velar por sus intereses.
Defenderlos a capa y espada.
Luchar porque sus condiciones laborales sean lo más
óptimas, posible.
Por evitar que sean explotados.
Y más que nada, solidarizarse realmente con ellos y
sus familias, cuando ocurren tragedias como la de Pasta de Conchos.
Dice en un artículo periodístico el señor Gómez
Urrutia que se publicó hace unas semanas que desde aquella tragedia del 2006,
han muerto en condiciones similares unos
200 trabajadores mineros y que la empresa Minera México, ha sido la culpable
pues se le ubica como una de las 10 menos éticas del mundo.
Si es así, entonces ¿por qué hasta ahora hace esos
señalamientos don Napoleón?
Claro que él y quienes lo siguen como líder minero,
argumentarán que siempre han denunciado esas irregularidades y que nunca se les
hace caso.
Es verdad que desde que se presentó aquella denuncia
por el presunto delito de haberse apropiado de poco más de 50 millones de
dólares de un fondo destinado a los trabajadores mineros de la empresa referida,
Napoleón Gómez Urrutia abandonó el país y se encuentra actualmente en Canadá y
que tal vez por ello, durante estos casi 8 años no ha podido cumplir cabalmente
con su papel de dirigente máximo de los mineros de la república mexicana.
Pero desde hace muchos años él ha estado dirigiendo el
sindicato que le heredó su señor padre, Napoleón Gómez Sada y que también lo
dirigió durante varias décadas en las que se beneficiaron él, su familia y sus
cercanos, de las cuotas y demás prebendas sindicales.
Finalmente y luego de victimizarse y de señalarse como
perseguido por el gobierno federal, Napoleón Gómez Urrutia estaba muy optimista
hace unos días porque los cargos que se le imputan con respecto a esos millones
de dólares que fueron a parar, según trascendió en su momento, a las cuentas
bancarias personales y de familiares del líder minero, al parecer quedarían sin
efecto y podría regresar a dirigir de nuevo en el país al Sindicato de
Trabajadores Mineros de la República Mexicana.
Pero lo que ocurrió es que un juez federal le negó el
amparo y se ordenó su aprehensión.
Si el señor Gómez Urrutia es culpable o inocente, que
las autoridades correspondientes sean las que lo definan.
Yo únicamente considero que no ha cumplido como líder
a favor de sus representados o al menos no de la mayoría y sí de unos cuantos
allegados, como suele suceder en la mayoría de las organizaciones sindicales
del país.
¿O no?
La lectura es vida, lo demás es lo de
menos…hzr@prodigy.net.mx
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