Hace unos días, un diario de circulación nacional
publicó una fotografía en la que aparecía un bebé gorila que fue hospitalizado aquejado
por problemas de neumonía luego de haber nacido mediante cesárea, unos días
antes.
El bebé gorila pertenece al Zoológico de San Diego,
California allá en el vecino país del norte y por lo que se aprecia en la
gráfica, fue muy bien atendido y es posible que finalmente, haya superado esa
crisis de salud.
Este episodio me lleva a preguntarme si algún día en
nuestro país tendremos la capacidad, ya no de atender bebés de gorila o de
otros animales huéspedes de zoológicos, sino de personas que requieren los
servicios básicos de salud.
No faltará quien diga que lo lograremos o que ya casi
lo logramos porque existe el Seguro
Popular o porque el presidente Enrique Peña Nieto se ha comprometido a lograr
la universalización de la salud como una de las acciones prioritarias de su
gobierno.
Eso del Seguro Popular es bueno porque protege a
aquellas familias que no gozan de la protección de instituciones oficiales como
el Seguro Social o el Issste, por ejemplo.
Pero por desgracia ya hemos visto que algunos
gobernadores que han dejado sus cargos u otros que lo desempeñan en la
actualidad, han desviado fondos destinados al Seguro Popular, para otras
acciones de sus respectivas administraciones o bien para pagar sueldos y
salarios, en detrimento de ese programa social.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política
de Desarrollo Social, el Coneval, que divulgó un documento relacionado con el
tema por aquellos días, el sistema de protección social en México está
fragmentado, a pesar de que hay una supuesta mayor cobertura de programas
sociales.
Y allí están también, las gráficas noticiosas de casos
de mujeres indígenas o de clase muy pobre que han dado a luz a las puertas de
hospitales de algunas entidades del país, porque no se les atendió con
oportunidad.
O la dramática muerte de aquel jornalero desconocido
que falleció en las afueras de una institución hospitalaria en el estado de
Sonora, luego de que si bien los médicos le habían hecho un chequeo para
valorar su estado de salud y lo dieron de alta, le sobrevinieron complicaciones
que lo condujeron a la tumba.
Murió allí, ante la indiferencia de personal del
hospital y de sus visitantes.
Claro que el caso del bebé gorila se dio en un país
súper desarrollado como lo es Estados Unidos de América, pero nos debe servir
como referente para entender que, mientras allá hasta los animales tienen
atención médica de calidad y de oportunidad, acá en nuestro país seguimos
aspirando a alcanzarla algún día.
Igual que la calidad y la calidez, que tampoco se ha
logrado.
Ese es un problema, el otro es la calidad de las
instalaciones hospitalarias, que en muchos casos son construidas no con la
calidad que se requiere ni son dotadas del equipamiento que realmente necesitan
o de la durabilidad que se requiere.
Es el caso, por ejemplo, del hospital general Juan
María Salvatierra que apenas se inauguró acá en La Paz, BCS, hace unos 4 años y
ha estado presentado fallas ocultas y ha sido necesario rehabilitar algunas
áreas, además de que aparatos que se instalaron y que lo proyectaban como un
nosocomio moderno y vanguardista, han tenido que ser reemplazados por su mala
calidad.
Con la salud no se juega.
Y por cierto, ni con el bullying, tampoco.
Y menos, cuando los responsables de cuidarla y
garantizarla, son los gobernantes.
La lectura es vida, lo demás…es lo de
menos…hzr@prodigy.net.mx
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