Como alguna vez lo dijera el entrañable Carlos
Monsiváis “o ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba
entendiendo”.
Todos estos años en que he estado ligado al periodismo
político, he albergado la ilusión de que este país cambie para que podamos
salir del atoyadero en el que caímos no se desde cuándo, pero si que representa
un pesado lastre que nos tiene ubicados, como nación, con estándares muy bajos
en varios rubros.
A pesar del paso de los años, me reconozco como un
romántico idealista y aunque no sé a ciencia cierta para qué me sirve eso,
todavía me asumo como tal.
He querido ver a este país de otra manera.
Y lo de menos es que lo viera, como decía aquel
comercial de las camionetas de los vendedores que deambulaban por los pueblos
ofreciendo diversas mercancías: “quiere ver a sus hijos gordos y sanos, véalos
con un vidrio de aumento, que le cuesta 20 centavos”.
Somos un país con enormes riquezas y con muy pocos
ricos.
Y no hablo de millonarios como los señores Slim,
Salinas, Azcárraga, Arango, Sada, etcétera.
No, yo hablo de gente con posibilidades de tener una
vida digna, con lo suficiente para su subsistencia sin privaciones y miserias.
Los expertos en el tema y los hombres de ciencia
coinciden en que el mejor camino para que una nación alcance su pleno
desarrollo y por ende el mejoramiento de sus habitantes, en todos los sentidos,
es la educación.
Yo también lo creo.
Y me da un no sé qué cuando veo a varias naciones que
en base a la educación dejaron su status de naciones pobres y subdesarrolladas,
como por ejemplo las dos Coreas.
¿Qué pasa con México?
La verdad es que reflexionando al respecto, hago
alusión a ese aforismo del enorme Carlos Monsiváis, porque o yo no entiendo lo
que pasa o ya está pasando lo que estaba entendiendo.
¿Educación?
¿Cultura?
Decía el gran poeta Emilio Pacheco que un soneto, no
detiene balas pero que es poco probable que un lector de poesía, sea también un
sicario.
Poco después de que en el Senado de la República le
entregaron la medalla Belisario Domínguez, post mortem, a ese enorme sabio que
fue Don Ernesto de la Peña, vi una fotografía de la orquesta de la Policía
Judicial Federal que ofreció un concierto.
Los integrantes de la misma, accionaron no sus armas
de grueso calibre sino los instrumentos que dominan y llevaron horas de
armonía, paz y tranquilidad a quienes asistieron a ese concierto allá en la
ciudad de México.
He soñado también que nuestros políticos mexicanos ya
no recen sólo pa´su santo, sino que hagan de la política el verdadero
apostolado que esta significa: el servicio hacia los demás.
¿Sería mucho pedirles?
Es cuestión de que tengan una poquita de voluntad.
Yo no pierdo la esperanza de que un día suceda, aunque
muchos digan que esta era verde y se la comió el burro.
Por esto y mucho más “o ya no entiendo lo que está
pasando o ya pasó lo que estaba entendiendo”.
La lectura es vida, lo demás…es lo de
menos…hzr@prodigy.net.mx
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