¿Hasta dónde estaría
usted dispuesto a sacrificar algo de su físico o de sus bienes, para darlo en
beneficio de los demás?
¿Qué tienen de
especial aquellos o aquellas que ofrendan su vida por salvar la de otros o se
desprenden de un poco de lo suyo para que otros puedan sobrevivir?
Estos cuestionamientos
vinieron a mi mente, luego de leer un reportaje sobre el sacrificio de un
director de orquesta mexicano, para impulsar a nuevos talentos musicales que
viven en barrios marginales de la zona metropolitana que conforman el DF y el
estado de México.
Se trata de David
Velázquez, quien con su sueldo como integrante de la Sinfónica nacional,
organiza y financia a dos bandas orquestales, una infantil y la otra juvenil de
la región de Texcoco que, como el estado de Oaxaca, la mayoría de sus
habitantes tienen un alto sentido musical y ello debe ser, tal vez porque allí
llegaron migrantes de las tierras oaxaqueñas a asentarse años atrás.
¿Qué lleva a David a
sacrificar parte de su sueldo para impulsar a futuros músicos de orquesta?
Bueno ha llegado al
grado de involucrar a sus hijos y a su esposa Yadira quien hace 4 años, dice la
información no sabía ni el Do y además se deshizo de la camioneta familiar para
poder comprar unos timbales.
Yo me pregunto: ¿No
habrá presupuesto suficiente como para poder apoyar a este músico y director de
las orquestas infantil y juvenil?
Con una parte mínima
de lo que se invirtió, por ejemplo en la Estela de luz y en la mayoría de las
obras que se hicieron para conmemorar el Bicentenario de la Independencia y el
Centenario de la Revolución y que están allí incompletos algunos y otros como
una clara muestra de nuestra indiferencia, se podría financiar proyectos como
el de David Velázquez y otros que hay por todo el país.
País en el que hay muchos
héroes anónimos.
Como Julio César aquel
jovencito que el día 5 de junio del 2010 se estaba drogando junto con unos
amigos en un terreno baldío cuando empezó a incendiarse la guardería ABC y sin
pensarlo dos veces corrió a auxiliar a las niñas y niños que se encontraban en
aquel inmueble de la muerte.
El Negro, que ese su apodo, salvó, a costa
de arriesgar su vida, a 8 niños que si bien recibieron algunas quemaduras en
sus frágiles cuerpecitos, al menos lograron sobrevivir para alegría de sus
padres y familiares.
¿Qué movió, que motivó
a El Negro a tomar esa decisión?
Fue algo instintivo y
la acción, a cinco años de distancia, llevó a Julio César a dejar de drogarse.
Hoy es un joven de 18 años “limpio”.
La noche de esa
tragedia que enlutó a casi 50 hogares y dejó hondas cicatrices en otros tantos
de la ciudad de Hermosillo, Sonora, El Negro
lloró enfrente de lo que quedó de la guardería ABC y se cuestionó que cómo
era posible que mientras que él se estaba drogando, más de un centenar de niñas
y niños de edad preescolar, se encontraban en peligro de muerte.
Ni David Velázquez ni
Julio César El Negro, hacen alarde
del sacrificio que hizo el primero y del que está haciendo el segundo.
Desde este espacio, yo
sólo les digo a ellos dos, que si no fuera por seres humanos tan excepcionales
como ustedes, este mundo nuestro, sería demasiado triste.
¿O no?
La lectura es vida, lo
demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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