La semana pasada
aprovechando que fue a realizar un trámite publicitario a las oficinas de
nuestro periódico, la entrañable Yolanda Alemán pasó a mi oficina acompañada de
una amiga que ha vivido en Londres y que gusta de visitar La Paz y es amiga
cercana de Jorge Eloy, ese genial caricaturista trotamundos que no se por qué
diablos no está haciendo lo que bien, requetebién diría yo, sabe hacer:
caricatura política.
Por cierto al ver
sobre mi escritorio un libro que me obsequió ese día, con todo y dedicatoria mi
pariente el senador Arturo Zamora Jiménez, la amiga de Yoli dijo que lo había
conocido cuando ella se desempeñó como fotógrafa de un diario de Guadalajara,
Jalisco y que es un político preparado y de trato accesible.
En la plática, Yolanda
a quien conozco de hace 3 décadas, hizo un comentario que me pareció exagerado,
pues le dijo a su amiga que le agradaba platicar conmigo porque soy ¡un hombre
culto! que leo mucho y que puedo abordar muchos temas.
¿Un hombre culto? ¡Brincos
diera yo!
Nunca, desde luego me
ha asumido como tal y no tengo ni siquiera el 1 por ciento de méritos o
conocimientos que tiene un hombre culto.
Tal vez, el término
correcto para este humilde servidor, sería el de un hombre informado.
Me gusta la lectura,
sí y he leído cientos de libros –obviamente no llevo la cuenta- pero desearía
que fueran miles y la verdad es que el tiempo no es suficiente para lograrlo y
menos, cuando ya estoy en el umbral de mi otoño.
Además, cada vez que
leo acerca de la biografía de un personaje de la literatura, vivo o muerto,
siento que los conocimientos que he adquirido en estas casi 6 décadas de vida,
no son nada y que son tan modestos que no puedo, ni debo, participar en foros
de discusión de las ideas porque, honestamente, tengo mucha ignorancia.
Por ello, en más de
una ocasión he pensado que si me fuera dado pedir un deseo para seguir
existiendo en este mundo más allá del plazo de vida que cada uno de nosotros
tenemos estipulado, me gustaría poder aprender, aprender y aprender todo el
tiempo.
Pero eso es imposible,
aun en esta época en que el ser humano desafía a la muerte con los adelantos
tecnológicos en los campos de la medicina que permiten la prolongación de la
vida, porque tarde que temprano “hay que colgar los tenis”.
Como dice el gran poeta
español don Antonio Gamoneda en aquello de que hay un frío que nos va
envolviendo con el tiempo, a todos los seres humanos:
“Es el frío progresivo
y, por tanto, permanente que proporciona el natural conocimiento de que estoy
acercándome a mi desaparición. Se van los seres queridos, los amigos y te
quedas cada vez más solo, más frío. La envoltura cálida que te daba la vida se
va enfriando”.
Finalmente, debo
reconocer que tampoco soy un buen comunicador, pero hago el esfuerzo por
lograrlo.
Y, al menos, me
reconforta cuando escucho expresiones como me la que me confío la compañera
reportera de esta casa editora, Ana
Guízar, dos días antes de que me visitara Yolanda Alemán:
“Lo manda saludar mi
mami y me dijo que le diga que ella es su fan, que le gusta mucho leerlo”.
Desde luego, esa
generosidad inmerecida me conmueve pero al mismo tiempo, me preocupa, porque me
obliga a seguir superándome en esa búsqueda interminable de poder conectar bien
con las lectoras y lectores de Temas y sucesos.
De hacerlos pensar y
no imponerlos lo que yo pienso.
Y si no lo logro, pues
que el pueblo os lo demande.
La lectura es vida, lo
demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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