Dicen que la ciencia
ficción termina convirtiéndose en realidad y de ello hay muchos ejemplos en
nuestra vida cotidiana.
Y aun cuando no de la
forma específica en que el autor centra la acción principal de esa gran novela,
parece que se acerca el final de los libros impresos.
Hablo de la novela
Farenheith 451 escrita en 1953 y en la que, según la historia ficticia narrada
por el gran Ray Bradbury los bomberos de la época en la que se sitúa la trama,
en lugar de dedicarse a apagar los incendios, se dedicaban a ¡quemar libros!
Y los que ordenaban
tal barbaridad eran nada más y nada menos que las autoridades gubernamentales.
Algo inverosímil, pero
es ciencia ficción al fin y al cabo.
A mí que me gustan los
libros desde que, como decía alguna vez en este espacio, mi padre me inculcó la
lectura desde niño, me pareció algo terrible cuando leí esta gran novela de
este escritor norteamericano.
Pues resulta que, sin
que sea, precisamente la amenaza de los bomberos incendiarios de libros, estos
están en peligro de desaparición.
Se han ubicado ya en
esa lista de objetos en peligro de extinción.
Claro que no morirán
del todo, porque en un futuro no lejano las bibliotecas ya no serán físicas, es
decir con un edificio típico con anaqueles llenos de libros de todos los temas,
sino virtuales.
En estos momentos,
miles de libros han sido digitalizados y se pueden leer en aparatos
electrónicos especiales que cada vez son más y que llegará el día en que
desplacen definitivamente a los impresos.
Desde luego que hay
muchas personas que prefieren los libros tradicionales a los virtuales, pero el
futuro no se puede detener y llegará el momento en que sólo sean piezas de
museo y no herramientas de consulta o de disfrute.
Pero sea una cosa u
otra, yo creo que debemos leer.
En este espacio he
narrado que aprovecho las vacaciones laborales, ya en puerta por cierto, para
leer algunos libros que me obsequian aquellos amigos y amigas que valoran en su
justa dimensión lo que estos representan y que me permiten viajar por muchas
partes del mundo y conocer a personajes interesantes y de todo tipo.
Es cierto que con la
Internet y toda la tecnología relacionada, uno puede ver y conocer muchos
lugares lejanos que antes se conocían mediante la descripción que los autores
de novelas hacen en sus tramas, pero creo que todavía se puede disfrutar de ese
placer de la lectura tradicional.
Además, como bien lo
dijo el escritor sinaloense Juan José Rodríguez a Ricardo Rocha el viernes
pasado en su programa de la TV de medianoche, que quienes leen libros suelen
ser personas bien informadas y no es tan fácil engañarlos cuando se abordan
temas de interés general.
Yo, por lo pronto, le
recomiendo que le haga caso a esos spots que sugieren que practiquemos nosotros
y que inculquemos en nuestros hijos el hábito de la lectura diaria aunque sea
unos cuantos minutos al día o a la semana.
Con ello, sin duda
alguna se contribuye a forjar ciudadanos mejores y, como dice el escritor
sinaloense, más y mejor informados.
¿Qué de que les sirve?
La respuesta tiene sus
asegunes, pero yo por lo pronto le recomiendo que haga caso de las
recomendaciones para leer porque como digo al concluir esta columna.
La lectura es vida, lo
demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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