Amigo Javier:
Aceptando que es casi imposible que leas esta carta, de todas maneras te escribo.
Reconozco que tu movimiento pacifista y de protesta por la situación caótica que está viviendo México en estos días a raíz del combate al crimen organizado por parte del gobierno federal, es legítima y valiosa porque también eres una víctima colateral de esa guerra que ya ha costado casi 40 mil vidas y de la que no vemos la luz al final del túnel.
Pero creo que de reuniones para discutir el tema de la inseguridad, ya estamos hasta la madre.
Hace tres años se establecieron metas y objetivos para detener esa ola de violencia que como un enorme tsunami está arrastrando al país hacia el fondo del abismo. Más recientemente, se estableció un operativo promovido por la Conago esa organización que agrupa a los gobernadores de todos los estados del país y que no sirve para maldita la cosa.
La realidad es que más bien fue para la foto. Hay que ver los resultados.
No estoy destilando amargura, amigo Javier.
Aun cuando yo también, de alguna manera, he sido víctima colateral de esa maldita guerra, al perder a un sobrino bajo las balas criminales de unos sicarios. No había motivos para asesinarlo.
Pero, insisto, no es con reuniones sino con acciones inmediatas y efectivas, como se va a pacificar al país.
Es cierto que la palabra es más efectiva que las balas porque al fin y al cabo se ha mantenido vigente a lo largo de la existencia del ser humano en este planeta.
Alguna vez el gran Gabriel García Márquez escribió un artículo sobre la fuerza de las palabras, haciendo énfasis en que la primera vez que lo corroboró fue cuando estuvieron a punto de atropellar a un cura allá en su pueblo natal y alguien gritó ¡cuidado! y se salvó pues logró hacerse a un lado.
Entiendo perfectamente que tú iniciaste este movimiento por el abominable crimen de tu hijo, pero también porque como lo dijo alguna vez Shakespeare: “dad palabra al dolor: el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe”.
Y tú, amigo Javier, le diste palabra al dolor expresándolo de la manera que lo has venido haciendo lo que es plausible y me parece un gran acierto pues lograste lo que muchos compatriotas no alcanzan en toda su vida: el privilegio de que el presidente de la república te escuchara y escuchara también los testimonios dramáticos de las víctimas colaterales de esa guerra contra el crimen organizado.
Con la palabra que brota de tus labios pero que viene desde lo más intimo de tu ser y también con las palabras de otros ciudadanos y ciudadanas de este país que están gritando ¡basta!, se está logrando más que con las balas y con la violencia.
Se está despertando la conciencia colectiva.
Pero yo insisto en que más que reuniones, lo que se requiere son acciones.
Ya se tiene bien definido cuáles son los principales problemas que se relacionan con las actividades del crimen organizado.
Lo que se necesita es voluntad para combatirlos de otra manera.
Voluntad para escuchar y reflexionar por parte de las autoridades federales, encabezadas por el presidente Felipe Calderón, para revisar sin ambages, si la estrategia de combate frontal que se está aplicando desde inicios de su sexenio, es lo más adecuado o debe modificarse.
Lo anterior parece un contrasentido cuando estoy hablando de que no se necesitan reuniones ni diálogos, pero ya ha habido demasiadas y no hay resultados.
Se necesita mucha voluntad, insisto.
Porque como bien lo dijo Albert Einstein: “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía: la voluntad”.
Tenemos que conjuntar voluntades, lo que admito, no es fácil.
Pero no hay de otra.
El próximo 20 de agosto, amigo Javier, se cumplirán tres años de la firma del Acuerdo Nacional para la Legalidad y la Seguridad que fue encabezada por el presidente Calderón con la presencia de los responsables de las instituciones encargadas de impartir justicia, los gobernadores de los estados y hasta algunos representantes de la sociedad civil, quienes empeñaron su palabra de que cumplirían con esas famosas 100 acciones contra el crimen organizado. ¿Qué ha pasado de entonces a la fecha? ¡Que ya nadie se acuerda, del acuerdo!
Olvidaron que, como dijera el gran Napoleón Bonaparte, “el mejor método para cumplir con la palabra empeñada, es no darla jamás”.
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx
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