jueves, 11 de febrero de 2010

El chino y el mar

¿A usted le gusta el mar?
¿Estaría dispuesto a recorrer a pie 250 kilómetros para conocer el mar?
Esa distancia recorrió un desempleado chino, llamado Shiang luego de que perdió su empleo en una provincia china.
Después de no encontrar otro empleo decidió viajar esos 250 kilómetros para conocer el mar que en sus escasos 22 años de vida no había visto jamás, salvo tal vez en las películas o en la televisión.
Pero con tan mala suerte que no pudo lograr del todo su propósito pues fue detenido por la policía china cuando se encontraba a sólo unos cientos de metros de la orilla del mar en la desembocadura del famoso río Yangtse.
El mar tiene su atractivo.
Decenas de historias se han inspirado en esa enorme masa de agua salada que cubre al planeta tierra.
Allí está por ejemplo El viejo y la mar de, Ernest Hemingway.
Las 20 mil leguas de viaje submarino de Julio Verne.
O la película Mar adentro con el laureado actor español, Javier Bardem.
Historietas como la de Popeye el marino.
Las canciones Mar, Cerca del Mar, La Sinfonía de la mar y muchas otras más.
En los libros de texto de primaria había una historia de la niña que nunca había visto el mar.
Muchas parejas de recién casados buscan sitios turísticos donde el atractivo principal es el mar.
El mar es misterioso.
Hubo una época en que la única forma de conocer el mundo era a través de la navegación marítima.
Incluso los científicos están cada vez más convencidos de que la vida terrestre inició en el mar hace ya muchos millones de años.
Yo al mar lo conocí en 1973.
Lo había visto en las películas, pero nunca en tiempo real.
Por cierto me llevé el gran susto de mi vida porque el día que fuimos a la playa de Puerto San Carlos la marea estaba alta y a la semana siguiente la marea estaba baja y me quedé asombrado preguntándome a dónde se habría ido toda aquella agua que llegaba a las orillas de la playa de La Curva.
No conocía los términos de pleamar y bajamar.
Un día que regresé a mi tierra, Durango, invité a un amigo que se viniera a pasar unas vacaciones a La Paz, pero dijo que no porque se lo podían comer los tiburones.
Esa era la percepción que teníamos del mar, en aquellos años.
Cuando veía los colores de las pinturas que vendíamos en la negociación comercial propiedad de mi padre siempre me llamaron la atención los colores, verde turquesa y verde mar. Así me lo imaginaba.
Y así lo vi cuando el transbordador en que viajamos en 1973 de Mazatlán a La Paz,
se internó en la bahía para atracar en Pichilingue.
Como yo no he comido ciruelas de El Mogote, creo que fueron esas tonalidades tan bellas y contrastantes del mar de la bahía de La Paz las que me embrujaron y me sedujeron para siempre.
Además, no dejo de sentir envidia cada al ver que la arena de las playas se deja acariciar día y noche por el suave arrullo de las olas.
Eso fue lo que no pudo disfrutar, el joven chino que caminó 250 kilómetros para ver al mar porque la policía lo detuvo antes y lo regresó a su casa…
La lectura es vida, lo de más…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx

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